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Opiniones

EN EL MALECÓN DE SAN PEDRO DE MACORÍS ANTE LA ESTATUA DE DELIGNE

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Por Daniel Efrain Raimundo.-

Salí hacia el Malecón de San Pedro de Macorís, sentado frente a la estatua de Deligne. Aquí me encuentro. Me acompaña mi novia mayor para este día «Páginas Olvidadas» de Gastón Fernando Deligne. Es una colección de los escritos dispersos del Poeta Nacional dominicano que gracias a un mago de las recopilaciones logró salvar esas tenazas del saber del prodigioso poeta y prosista dominicano.

El Licenciado Andrés Julio Montolío escribió un libro que nunca llegó a publicarse y Gastón Fernando Deligne le escribió el prólogo. Rodríguez Demorizi lo recoge en este libro. Allí me emborraché con licor fino de nuestras estampas nacionales.

Ahí están si no, las más ricas joyas de nuestra Antología: Las Fantasías indígenas, de José Joaquín Pérez; las estofas patrióticas de Salomé Ureña de Henríquez; Baní, de Francisco Gregorio Billini; las Cosas Añejas, de César Nicolás Penson; por sólo citar las obras impresas de autores ya muertos; aunque la pluma se resista a no mencionar el poema histórico del glorioso don Manuel de Jesús Galván.

Impresionan también la evidencia de libros que Deligne tuvo en sus manos. A quien le dio la sensación de lecturas. En un rasgo impresionante Deligne afirma que la variada y abundante lectura con que el autor del libro no publicado ha fortalecido sus fibras intelectuales es algo antológico. Además, arremete de su generosa labor de índole literario y pone como ejemplo lo que dice en la obra inédita, cito: «Amar la belleza de los hijos ajenos, es propio de padres fecundos, como cogerles tirria pertenece a los eunucos.» Cierro cita. Sigue diciendo el autor, «apreciar los trabajos que sirven o han querido servir al progreso, es tendencia de los espíritus progresivos; y en ese como tanteo de los demás suele desarrollarse la propia fuerza.»

Sentado ante la estatua de Deligne sigo escarbando y bajo el intenso examen de la lectura de «Páginas Olvidadas» que don Emilio Rodríguez Demorizi se honró salvar me quedo sorprendido cuando me recuerda en esas páginas que como Deligne vivió sus mejores años bajo el régimen de Heureaux, desde entonces aprendió a odiar la política, sin que su apartamiento de ella le salvara de ser su víctima.

El autor de Galaripsos, «el más notable de los ingenios –dominicanos—de la actual generación», como escribía Marcelino Menéndez y Pelayo hacia 1910, nació el 23 de octubre de 1861. Como dejaba obra y ejemplo bien pudo irse de la vida por su propia voluntad. En San Pedro de Macorís, que es en la República donde más se venera la memoria del poeta, fue su trágico adiós, en el aciago 18 de enero de 1913.

¡Cuánta razón tenía doña América Bermúdez!, una magnifica escritora de aquel pueblo cuando nos dijo que en la República Dominicana tendrían que pasar miles de años para que naciera otro poeta de la grandeza y gallardía de Gastón Fernando Deligne y Figueroa.

El Malecón de los petromacorisanos gris. El Mar Caribe lloroso porque recuerdo a Deligne el Poeta Nacional Dominicano. Me pongo de pie ante la indiferencia de tantos petromacorisanos que quizás ni saben quién es la figura esculpida en el bronce bruñido y gris que trae un recuerdo grandioso y fatal a los moradores de toda la República Dominicana. Un caballo que está amarrado comiendo el pasto del parque al mirarme relincha de alegría y deposita su heno en el césped como diciéndome, «ya que aquí no limpian, pues mire usted lo que tengo que hacer, para que se mantenga el lugar limpio y con buen abono.»

Al marcharme pasé por el solar donde vivió el poeta. La casa la destruyeron ante la protesta de tanta gente y unos chinos compraron el solar para hacer un Centro de Pica pollo.

No quise buscar al doctor Benjamín Silva que tanto ha bregado por salvar la honra de Deligne en su Macorís amado. Y lo digo con sinceridad para que no se echara a llorar y como soy tan llorón, creo que no hubiese resistido ese embate emocional.

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