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Opiniones

La grandeza de un hombre llamado Carlos Morales Troncoso

Publicado

en

POR SERGIO CEDEÑO (*)
([email protected])

Cuando se es grande de espíritu, no se mendiga la amistad, ni el afecto, ni las sonrisas. El grande de corazón está por encima de las miserias y debilidades humanas. Contrariamente, el que utiliza el odio como combustible para la acción, vive consumido por las llamas que genera su propio comportamiento.

Todo el que construye sobre la base de la diatriba, tiende a envilecer su alma, a denigrarse y a pervertirse y no hay nada más perverso, que un ser humano que no tenga agradecimientos o gestos de noblezas.

Traigo esto a colación, luego de ver en las redes a algunos reformistas cebarse o traslucir regocijo por la anunciada enfermedad de Carlos Morales Troncoso.

Alegrarse del mal ajeno solo cabe en las almas vacías que necesitan llenarlas aunque sea de basura. Para alegrarse del mal ajeno, hay que tener el alma carcomida por la envidia y el resentimiento. Y el que está lleno de esos males, no está apto para gobernar o dirigir.

Conozco a un Carlos Morales Troncoso con genuina vocación solidaria y que siempre está presente en la adversidad de sus amigos.

Conozco a un Carlos Morales Troncoso que es un escultor de la prudencia y que nunca abre su boca para ofender.

Conozco a un Carlos Morales caballeroso, atento, conversador, profundamente humano y seguro de sí mismo. Nunca lo he visto sonreír por la desgracia ajena. Nunca lo he visto pronunciar palabras descompuestas.

Libra sus batallas de frente. Con hidalguía y con respeto. No pesca en mar revuelto y asume la transparencia de sus actos como una norma de vida.

Estoy convencido de que regresará triunfante como los grandes gladiadores que no se amilanan ante ninguna batalla.

Los grandes hombres se crecen en la adversidad. Y Carlos Morales Troncoso es grande entre los grandes.

No tengo dudas de que ganará esta nueva batalla y como siempre, sabrá salir airoso. Porque la grandeza de espíritu es una virtud que no se adquiere en componendas, ni se compra en mercados persas. La grandeza espiritual es una cualidad humana y lamentablemente no todos la poseen.

(*) El autor es politólogo y periodista

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