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Opiniones

El valor pragmático del discurso

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(foto) María Espinal Paula*POR MARÍA ESPINAL PAULA.-

Cuando hablamos de que “una imagen vale más que mil palabras”, le estamos restando importancia a la palabra como agente discursiva y portadora de la esencia de los sujetos.
Esto lo sabemos los profesores de Lengua Española que, al momento de formar con palabras, tenemos que ser muy cuidadosos al asumir cualquier tipo de discurso.

Para cada rol, existe un discurso, para cada situación, la relación que se da entre el enunciador-enunciado-enunciatario y los actos que generan, también producen un género discursivo.

Y es la asunción de cada tipo de género, en pertinencia con el entorno, lo que asegura que el discurso cumpla con su función social para la que está destinado.
Pero la pregunta es ¿Existe un género discursivo, para cada clase o propósito? Esta respuesta la encontramos en las ideas de García Molina (2012) cuando observa que el soporte material y contextual para la producción del discurso es lo que determina el género del discurso.

Cada sector o ámbito puede producir su género discursivo, los religiosos, los académicos, los sectores de Poder, incluso, presionan para crear su propio género, pero también la realidad que influye en el medio.

Así por ejemplo, la realidad tecnológica también tiene su género, los periodistas, los religiosos, entre otros.

El enunciado es la unidad del discurso, y los actos de habla que se enuncian, determinan esa unidad, por eso, la variedad de género discursivo la determina el entorno y los interlocutores.

De acuerdo a Bajtin (1982) tanto los estilos de la lengua, como los del habla (individuales) tienden hacia los géneros discursivos. Él los distingue entre discursos primarios y secundarios (simples y complejos)

Pero, independientemente de la variedad de géneros discursivos, este es social y por lo mismo, se construye en la práctica social, partiendo en principio de la oralidad y formalizándose en la escritura.
El Discurso, como práctica social se establece en los postulados de Calsamiglia, H y Tusón, A (Las cosas del Decir, 1999)cuando señalan:

Describir el discurso como práctica social implica una relación entre un evento discursivo particular y la situación, la institución y la estructura social que lo configuran. Una relación dialéctica es una relación en dos direcciones: las situaciones, las instituciones y las estructuras sociales dan forma al evento discursivo, pero también el evento les da forma a ellas”. (pág. 15)

De lo anterior se desprende que la palabra constituye sin dudas una herramienta importante para la comunicación, el intercambio, la interacción y la construcción dialógica entre las personas. Esto confirma, sin lugar a dudas, el valor pragmático del discurso y la importancia de reconocer los géneros discursivos.
Todas nuestras palabras comportan un valor pragmático, incluso, los usos y los giros que les damos en nuestro discurso, tienen un efecto en nuestros interlocutores.
De acuerdo a Bajtín,(1982), los estilos y la gramática se bifurcan y convergen dentro del discurso, a partir de las conversaciones y situaciones de comunicación que se establecen en el acto de habla y es a partir de estos actos, que se forman y desarrollan las experiencias discursivas individuales.
Esta realidad nos lleva a la conclusión que, en el momento de conversar, debemos tener mucho cuidado con las marcas discursivas, ya que estas, pueden generar actitudes positivas o negativas en nuestros interlocutores.
Por ejemplo, una marca de cortesía la encontramos cuando usamos el verbo en tiempo pretérito imperfecto en nuestras conversaciones.

De acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, (RAE), este tiempo también se denomina “imperfecto de cortesía” y se usa para crear la percepción de amabilidad en nuestro discurso.

Por ejemplo, frases como “yo quería decirle” o “quería pedirle un favor” denotan cortesía o consideración. Esto así, “porque enunciamos modestamente nuestra pregunta o deseo en imperfecto, como algo iniciado y cuya realización o perfección hacemos depender de la voluntad de nuestro interlocutor” (RAE: consulta1-viernes, noviembre 30, 2012).

*Magíster en Lingüística Aplicada

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