Opiniones
El tema haitiano como mito de gobierno: una aproximación desde la comunicación política en la RD

Por Leonardo Gil
(Asesor en Comunicación Política y de Gobierno)
En la actual comunicación gubernamental de la República Dominicana, el tratamiento del tema haitiano puede ser entendido como la construcción de un mito de gobierno, en los términos planteados por autores como Murray Edelman y Roland Barthes.
Más allá de las medidas migratorias concretas, el discurso oficial configura un relato simbólico que estructura la percepción pública sobre el Estado, la identidad nacional y las amenazas externas.
Según Murray Edelman en The Symbolic Uses of Politics (1964), el lenguaje político rara vez se limita a describir la realidad; su función principal es generar significados simbólicos que orienten emociones y actitudes colectivas.
Desde esta perspectiva, el tema haitiano ha sido utilizado como un artefacto simbólico que permite al gobierno narrar su papel como defensor de la nación, frente a una amenaza externa definida históricamente y reforzada en el imaginario social.
Por su parte, Roland Barthes, en Mythologies (1957), señala que el mito es un sistema de comunicación que convierte construcciones culturales en verdades “naturales”.
El discurso sobre Haití en la comunicación dominicana no presenta los flujos migratorios o las tensiones fronterizas como fenómenos sociales complejos, sino como hechos evidentes que requieren respuestas inmediatas, reforzando una lectura dicotómica de “nosotros” (los dominicanos) versus “ellos” (los haitianos).
Así, el gobierno actual no solo implementa políticas públicas en materia migratoria, sino que también refuerza un marco narrativo donde proteger la frontera equivale a preservar la identidad nacional, el orden social y el futuro económico. Esta construcción del mito tiene varias funciones políticas:
Primero legitimar el poder, presentando la acción gubernamental como indispensable para la supervivencia de la nación. En segundo lugar, lograr una cohesión social para reforzar los vínculos internos frente a “otro” externo. Y por último ejercer una acción de distracción mediática al desplazar del debate público otros temas estructurales como la corrupción, las deficiencias en servicios públicos o la inequidad social.
No obstante, el uso sostenido de este mito también comporta riesgos. Como advierte Edelman, los símbolos políticos pueden perder eficacia cuando las realidades sociales que pretenden ocultar o suavizar se vuelven demasiado evidentes. En el caso dominicano, una exacerbación excesiva del discurso anti-haitiano podría derivar en tensiones internas, afectar la imagen internacional del país y deslegitimar las propias políticas gubernamentales si se perciben como meramente oportunistas.
El desafío, entonces, consiste en equilibrar la necesidad legítima de control migratorio y soberanía territorial con una comunicación pública que evite la construcción permanente de enemigos y promueva narrativas más integradoras, realistas y respetuosas de los derechos humanos.
¿Qué opina usted? ¿Debe el gobierno dominicano seguir utilizando el mito del peligro haitiano como mecanismo de cohesión nacional, o resulta urgente transitar hacia una comunicación que reconozca la complejidad y la interdependencia de ambas naciones?
