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Opiniones

Atraco político en la Catedral

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Por Pascual Ramírez.-

Uno nunca espera ser víctima de una ratería en un lugar donde reina la confianza de sentirse seguro; donde supuestamente quienes te rodean son gente tuya, que te cuidan y te protegen. Por eso, cuando se usa el dicho popular “eso fue un atraco en la Catedral”, se quiere significar que a uno lo perjudicaron en el lugar más impensado y menos esperado.

Algo parecido acaba de suceder con los precandidatos presidenciales del danilismo, que sintiéndose seguros del sentido de justicia, equidad e igualdad que emanaba de su líder, aceptaron el desafío, y se lanzaron a las calles tras la primera magistratura de la nación.

Apostaron todas sus cartas a esta presunción, incluyendo renuncias a ministerios y privilegios. Sacrificios que en las actuales circunstancias políticas han sido dejados a un lado, como si no importara nada. Nunca revelaron que todo se trataba de una estratagema del danilismo para represar el crecimiento y avance del leonelismo, mientras el mandatario maniobraba sobre cómo colar la reelección. De ahí que el seudónimo de “alitas cortas”, dado a los candidatos del danilismo, es un tanto injusto. No se puede levantar vuelo, cuando la carga es mayor que la fuerza que lo impulsa. Danilo siempre pensó en él.

El danilismo nunca vio un futuro en ellos más allá del propio Danilo Medina y sus intereses. El plan A, el B y el C se llamaba Danilo. Pero para ocultar su hambre continuista de poder, intentó arroparse con una vestidura democrática lanzando al ruedo de las aspiraciones presidenciales a algunos de los que en su momento parecían ser sus más conspicuo discípulos.

Derrotados los amagos reeleccionistas ante la pujanza de la presión popular, en defensa del orden constitucional y la vigencia del estado de derecho, Danilo se reúne prontamente con todos sus pupilos, y entre ellos, el más pupilo de todos sus pupilos, el favorito de los designios del palacio: Gonzalo Castillo.

No hacía falta que Medina le levantara las manos o lo señalara con el dedo para nombrarlo como su sucesor o heredero político, con el encargo de proteger sus intereses y arreglar su futuro regreso como opción de poder en el 2024. El recibimiento del apoyo de más de 140 alcaldes que días antes ya se habían reunidos con Castillo y Ramón Peralta en el palacio presidencial, es un indicativo claro de dónde vino la orden superior.

Esto, en virtud, de que el danilismo está condenado a desaparecer ya que carece de un liderazgo sólido que pueda sobrevivir más allá del ejercicio del presupuesto nacional. Necesita del poder como Drácula necesita de la sangre para existir, y preferiblemente si es ‘sangre nueva’.

El recién renunciante ministro de Obras Públicas se presenta así, como un advenedizo en la campaña interna del PLD; como un invitado de último a la mesa, pero que viene a servirse primero. Como una especie de paracaidista político que cae delante de los que ya estaban en el terreno, y habían desarrollado un trabajo de base.

Y eso es lo injusto y lo intolerable: que alguien venga a romper el orden de las filas para colocarse delante, sin apreciar el tiempo, el sol candente aguantado, los recursos invertidos, el esfuerzo y el trabajo hecho, el historial político en las filas del partido de la estrella amarilla.

¿Merecen los precandidatos Temístocles Montás, Domínguez Brito, Reynaldo Pared Pérez, Radhamés Segura y Amarante Baret que los pongan a competir en condiciones muy desiguales y desventajosas con el favorito del danilismo? ¿Son dignos ellos, de que sus sacrificios y su fidelidad sean lanzados por la borda y que los utilicen para atajar para que otro enlace? ¿Es así como serán compensados? ¿Es justo que los dejen oliendo donde guisan, mientras el guiso lo saboreará el elegido?

¿Merecen las figuras respetables y fundadoras del PLD, ser usadas como carnes de cañón para legitimar a un arribista y trepador, que ha sido el último en llegar y el primero que piensa servirse? ¿Vale la pena pasar tan indignamente a la historia como quienes se prestaron a esa jugarreta solo para enfrentar y cerrarle el paso al presidente Fernández en las primarias del PLD? ¿Vale la pena guardar lealtad a un danilismo que se presta al desplante, a avasallarlos y humillarlos en una contienda desigual? ¿Merecen ser llevados como carnes de sacrificio al altar del dios Gonzalo Castillo?

En un escenario plagado de desigualdad y con un claro engaño, lo más conveniente para un posicionamiento político futuro de cada uno de estos precandidatos es que vayan todos a las primarías, de lo contrario, quedarían enterrado políticamente por siempre.

Que cada quien sea el jurado.

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